Apuntes para una política exterior estratégica

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América Latina ha sido históricamente el «patio trasero» de Estados Unidos y una región en la que el hegemón se ha preocupado por mantener su liderazgo e influencia. Esto se reflejaba, por ejemplo, en la época de la Guerra Fría: mantener la hegemonía en la región era una fuerte prioridad estadounidense que tenía como objetivo frenar el avance de la URSS. Luego de esta época, el unipolarismo que caracterizó durante varios años al balance de poder global generó, por obvios motivos, que la influencia de Estados Unidos en América Latina no fuera cuestionada y que dicha región necesitase del país del Norte. Sin embargo, desde que Donald Trump asumió la presidencia, este interés por preservar el poder en Latinoamérica ha disminuido considerablemente. En parte, podríamos decir que esto sería gracias a una mezcla entre la política “America First” del actual presidente estadounidense y la histórica falta de necesidad que su país ha tenido de relacionarse con la gran mayoría de los países latinoamericanos.

Especialmente en el caso de Argentina y en palabras de Escudé (2011), los estadounidenses “no nos necesitaban para casi nada, a la vez que podían infligirnos graves daños económicos y financieros, de manera que nuestra dependencia fue total. (…) Para ellos, el costo de equivocarse en su relación con nosotros se aproxima a cero, tanto entonces como ahora.” (p.2). Desde Trump, cuidar de la política exterior, relación e influencia respecto a determinados países no ha sido prioridad alguna. Así, en los últimos años, hemos podido presenciar cómo China, aprovechando el retroceso de Estados Unidos, ha ganado territorio en América Latina y se encuentra estrechando sus relaciones con diferentes países, principalmente en el campo económico y del soft power. En Argentina, esto está a la vista en, por ejemplo, el acuerdo comercial a firmarse en noviembre del corriente año que busca potenciar el mercado porcino entre China y Argentina.

En este contexto de balance de poder en la región, en este trabajo nos preguntamos cuál sería el mejor lineamiento de política exterior que la Argentina podría escoger, pensando en el camino más adecuado para lograr un desarrollo estratégico del país. Específicamente, nos preguntamos cuál debería ser la postura de política exterior argentina respecto a China y Estados Unidos. Para poder lograr esto, en primer lugar, desarrollaremos una breve explicación del panorama de política exterior de Estados Unidos, específicamente frente al posible cambio presidencial o permanencia del actual gobierno. Luego, brindaremos la mirada china respecto a su expansión global y la creciente presencia en la región latinoamericana, puntualmente en Argentina. Finalmente, propondremos un posible camino de política exterior que nuestro país podría tomar para lograr un desarrollo estratégico.

Por un lado, lo único certero, tal vez, es que América Latina, gane quien gane las próximas elecciones en Estados Unidos, continuará siendo un espacio marginal en la política estadounidense. Esto posiblemente se deba a que el país del norte buscará en los próximos años “enderezar la economía, atender la multiplicidad de demandas de la sociedad americana y negociar un nuevo equilibrio con China” (Merke en REDAPPE, 2020: 4). Esta agenda de prioridades surge en una ya establecida falta de interés por parte del gobierno de Trump por fortalecer la influencia estadounidense en América Latina. En palabras de Tokatlian (2020), “[e]s difícil encontrar un presidente de EEUU que haya tratado con más desinterés y desánimo a América Latina que Donald Trump”. Sumado a esto, durante la campaña electoral del corriente año, Latinoamérica no formó parte de las temáticas debatidas entre ambos candidatos, a excepción de ciertos casos puntuales, como la situación en Venezuela. Sin embargo, a pesar de esta indiferencia manifestada por parte de Estados Unidos, una victoria de Biden o la continuidad en el poder de Trump afectaría de distintas maneras la política exterior que los países de América Latina podrían adoptar.

En el caso puntual de Argentina, podríamos esperar que una nueva victoria de Trump continúe reflejando la relación establecida entre ambos países en los últimos años. Es decir, poder mantener una relación de cordialidad y de desarrollo de ciertos acuerdos (por ejemplo, la apertura del mercado de limones tucumanos o la exclusión de Argentina de las políticas de aranceles sobre el aluminio y el acero) que podrían beneficiar a nuestro país, siempre que no afecten al mercado y sociedad estadounidense (Busso, 2019). Esta manera de relacionarse también puede verse reflejada en el manifiesto apoyo de Estados Unidos a Argentina en las negociaciones con el FMI, pero también en la decisión de imponer un presidente estadounidense en el BID con el objetivo de contrarrestar a China en la región. Por otro lado, la posible victoria de Biden parecería proponer “algo de aire fresco a la región” (Merke en REDAPPE, 2020: 4). En este sentido, Argentina podría resignificar sus relaciones con Estados Unidos utilizando a su favor la propuesta política de Biden que, a priori, parecería ser más afin a fomentar el multilateralismo y el diálogo.

Por otro lado, China, a diferencia de Estados Unidos, se encuentra en plena expansión de su economía a nivel internacional. Es por esto que encuentra en América Latina un mercado complementario a partir del cual proveerse de alimentos y materias primas y asegurarse, así, mayores niveles de desarrollo y seguridad. En este sentido, el grande asiático ha desarrollado una cuidadosa estrategia de expansión económica en nuestra región, especialmente desde el año 2004. En línea con esto, si bien no busca confrontar con Estados Unidos dado que una disputa con este país no sería beneficiosa, sí ha buscado expandir su red de influencia en distintos ámbitos que Estados Unidos podría utilizar a su favor. A modo de ejemplo, en 2004 obtuvo status de observador en la Organización de Estados Americanos (OEA) y en 2009 se convirtió en miembro del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) (Escudé, 2011).

En el caso de Argentina, resulta evidente la influencia económica que el grande asiático ha logrado obtener. Por ejemplo, según la Cámara de Exportadores de la República Argentina, en julio de 2020 alcanzó el puesto de principal socio comercial de Argentina representando 11,3% de las exportaciones totales y 21,9% de las importaciones. También reflejan esta fuerte influencia las relaciones en el campo aeroespacial, como con la ratificación del establecimiento de la base espacial china en Neuquén, de comunicaciones, con la fuerte presencia de Huawei y ZTE en nuestro país, y financiero.

Ahora bien, en este contexto, ¿cuál podría ser la mejor estrategia de política exterior argentina para maximizar nuestro margen de maniobra en la arena internacional? Si lo pensamos en clave realista y particularmente desde el realismo periférico, debemos recordar que los Estados más pobres se encuentran más limitados a la hora de ejercer su soberanía ya que para esto se necesita una gran inversión de recursos humanos y materiales. En este sentido, los países más pobres no poseen un gran margen de maniobra a menos que se inclinen por un régimen totalitario. Así, estos Estados débiles pierden cuando desafían a los poderosos y al statu quo y normas internacionales que estos últimos crean (Escudé, 2012). En línea con esto, el mejor camino para Argentina parecería ser el de la modestia y la prudencia. En palabras de Tokatlian (2020: 102),”[h]oy, en tiempos de inquietud y contingencia, quizá la Realpolitik internacional de la Argentina radique en la modestia y la flexibilidad”. A pesar de esto, debemos tener en cuenta que Argentina posee, simultáneamente, una estrecha relación tanto con Estados Unidos como con China. Así, la disputa entre ambos bloques reduce el margen de maniobra que nuestro país podría tener en su política exterior y búsqueda de un mayor desarrollo. Esto es así ya que el escenario de la creciente tensión entre ambas potencias genera cada vez mayores costos a la hora de establecer alianzas con alguna de ellas: desde una lente realista y pensando en la dinámica bipolar de la Guerra Fría, debemos recordar que los costos de cambiar de bando resultan muy altos. En línea con esto, la capacidad argentina de desarrollar una política exterior estratégica para mantener estables sus relaciones con ambos hegemones decrecería con el aumento de la competencia entre estos dos países.

Así, entonces, Argentina podría decidir entre consolidar su relación con Estados Unidos o hacerlo con China. Ante esto, se debe tener en cuenta que el primero es un país cuyo poder se encuentra en declive y su interés en los países latinoamericanos parecería ser cada vez menor. En el caso de China, si bien presenta una tendencia contraria y representa un gran aliado económico, Argentina no debe olvidar que las relaciones entre los Estados nunca son simétricas: aunque exista una complementación económica entre los dos países, el más poderoso siempre tenderá a aprovecharse del más débil. Y esta no sería la primera vez que Argentina pase por esa vivencia: tiempo atrás, el Reino Unido fue para nuestro país lo que hoy se asimilaría a China y, llegada la Primera Guerra Mundial, sufrimos las consecuencias de haber tenido una fuerte dependencia económica. Frente a este complejo panorama y pensando en el desarrollo estratégico de Argentina, no debemos olvidar que la política exterior debería funcionar como una herramienta más para generar el desarrollo de nuestro país, por lo que la mejor postura siempre sería alinearnos con nuestros intereses nacionales. El desafío, entonces, está en planificar una política exterior que esté al servicio de esos intereses, pero que no olvide la realidad del sistema internacional.

Referencias

Busso, A. (2019). Argentina nuevamente en crisis. Reflexiones sobre las limitaciones de una política de alineamiento con Estados Unidos. Anuario en Relaciones Internacionales del IRI: Instituto de Relaciones Internacionales, ISSN: 1668-639X.

Escudé, C. (2011). China y la inserción internacional de Argentina, Serie Documentos de Trabajo, No. 462, ISBN 978-987-1062-67-6, Universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina (UCEMA), Buenos Aires.

Escudé, C. (2012). Principios de Realismo Periférico, Buenos Aires: Ediciones Lumiere, Introducción, pp. 17-26.

Merke, F. (2020). En REDAPPE, Trump o Biden. Las elecciones en Estados Unidos y su impacto en América Latina.

Tokatlian, J.G. (2020). Por una diplomacia de la modestia. En la vida en suspenso. 16 hipótesis sobre la Argentina irreconocible que viene. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.



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Agustina Jacobo

Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad de San Andrés. Asesora en diálogo y políticas públicas colaborativas en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Camila Villar Figueroa

Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad de San Andrés. Analista Junior en Cooperación Internacional en Jefatura de Gabinete de Ministros.

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