A partir del informe “Desigualdad educativa en el nivel superior” del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Ivana Templado (FIEL), Gabriela Catri, Martín Nistal y Víctor Volman se buscó exponer las desigualdades que muchos sospechan pero de las cuales poco se pone en evidencia con datos.
Los datos proporcionados por la Encuesta Permanente de Hogares muestran que hay una correlación muy marcada entre nivel de ingresos y acceso a los estudios superiores. En el 10% más pobre de la población, solo el 12,4% de los jóvenes (19 a 25 años) asiste a la universidad. En el 10% más rico, este número es del 46%. El acceso a los estudios superiores crece de manera continua a medida que aumentan los ingresos cuando analizamos cada decil.
Al dividir por género, observamos que los varones se ven más afectados que las mujeres en el acceso a los estudios superiores. En el decil más pobre de la sociedad solo 11,9% de los varones jóvenes cursan estudios superiores, mientras que este número asciende a 22,4% en el caso de las mujeres. Esta diferencia se marca a lo largo de toda la distribución del ingreso con brechas de hasta 17,4 puntos porcentuales entre varones y mujeres (en el decil 7).
Una contracara de esta situación es que los jóvenes que no estudian ni trabajan, conocidos como NiNi(1), van disminuyendo a medida que aumenta el ingreso, siendo el 48,8% en el decil 1 y el 8,8% en el decil 10.
Gráfico 1. Porcentaje de asistentes a nivel superior por decil para personas entre 19 y 25 años
Por otro lado, los jóvenes de sectores más vulnerables no sólo tienen más dificultades para ingresar a la universidad sino que también, una vez que ingresan, son los que más abandonan. Contrariamente a lo que sucede con los sectores más ricos, a medida que van pasando los años de cursada, la proporción de alumnos pertenecientes a deciles más bajos disminuye con velocidad.
Gráfico 2. Proporción de jóvenes en cada año de la universidad, por decil.
Estos datos son solo una radiografía, una foto, que evidencian la desigualdad a la que se enfrentan los jóvenes más vulnerables, pero que no habla de por qué pasa esto ni tampoco de cómo solucionarlo.
Si bien la complejidad del problema es muy grande, la literatura especializada reflexiona sobre posibles causantes de esta situación, que pueden ayudar a comprender el origen del problema.
La educación de la madre y del padre es de los principales factores asociados a la problemática (Carneiro & Heckman, 2003; Belley & Lochner, 2007; entre otros). En el análisis de la desigualdad educativa, las familias juegan un papel importante por diversas razones: son las familias quienes eligen a qué escuela enviar a sus hijos, los que se sientan a estudiar con ellos, los que les trasmiten motivación, promueven el estudio, entre otras cosas. En este sentido, el nivel de estudios alcanzado por los padres es un factor que incide en la escolaridad de los hijos. Mientras que, a su vez, existe evidencia de la fuerte correlación entre nivel de estudios y nivel de ingresos en el país (Catri et al, 2021; Adrogué & García de Fanelli, 2021).
La segregación por nivel socioeconómico entre las escuelas públicas y privadas es otro de los canales por los que se expresa la desigualdad y que puede ser parte del problema. En Argentina, los estudiantes más desfavorecidos asisten a escuelas públicas y los más ricos a escuelas privadas (Catri et al, 2021). En las escuelas públicas se observa, en promedio, peores resultados académicos, entre otras cosas debido a la asimetría de recursos (Albornoz et al, 2016), de modo que estos estudiantes llegan menos preparados en términos académicos para la universidad.
Otro factor potencialmente importante es la necesidad de insertarse en el mercado laboral. Los más pobres necesitan salir antes al mercado laboral para cubrir la necesidad de mayores ingresos tanto propia como de sus familias (Cunha et al, 2006).
Pero, siendo pragmáticos, tan importante como las causas son las soluciones. La expansión de la oferta universitaria no pareciera alcanzar para combatir la desigualdad en el nivel superior. Hoy, cerca de la mitad de los chicos no terminan el secundario, por lo que tampoco pueden acceder a estudios superiores. Construir universidades cada vez más cerca, en este caso, no alcanza.
Las becas, en cambio, suelen ser una política muy útil (Dynarski, 2000), tanto para el nivel secundario como para el nivel superior. Becas en el nivel superior sirven para desincentivar la entrada temprana al mercado laboral y dedicarse exclusivamente a los estudios superiores. Además, pueden alentar a aquellos que no iban a terminar la secundaria a hacerlo, dado que pueden acceder a esa beca en caso de lograrlo. Las becas durante la secundaría también pueden ser útiles con el fin de evitar el abandono escolar en los últimos años, dando la posibilidad de elegir una carrera en el nivel superior en caso de desearlo.
Probablemente, muchas más y mejores políticas que las enunciadas acá sean necesarias para mejorar el problema de la desigualdad en la educación en Argentina. Buscamos, con estos datos, abrir el hilo para propiciar la discusión.
(1) Parte de los NiNis, en especial las mujeres, se referencian a trabajo no remunerado de cuidado familiar que no es captado en la encuesta como empleo.
Referencias
- Adrogué, C., & García de Fanelli, A. (2021). Brechas de equidad en el acceso a la educación superior argentina. Páginas de Educación, 14(2), 28-51. https://doi.org/10.22235/pe.v14i2.2507
- Albornoz, Facundo & Furman, Melina & Podestá, María & Razquin, Paula & Warnes, Pablo. (2016). Diferencias educativas entre escuelas privadas y públicas en Argentina. Desarrollo Económico. 218. 3-31.
- Belley, P., & Lochner, L. (2007). The changing role of family income and ability in determining educational achievement. Journal of Human capital, 1(1), 37-89.
- Carneiro, P. M., & Heckman, J. J. (2003). Human capital policy.
- Catri, G, Nistal, M, Templado, I & Volman, V (2021). Evidencia sobre desigualdad educativa en la Argentina.
- Cunha, F., Heckman, J. J., Lochner, L., & Masterov, D. V. (2006). Interpreting the evidence on life cycle skill formation. Handbook of the Economics of Education, 1, 697-812.
- Dynarski, S. (2000). Hope for whom? Financial aid for the middle class and its impact on college attendance. National Tax Journal, 53(3), 629-661.