El presente y futuro de Argentina: entrevista a Mercedes D’Alessandro

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Mercedes D’Alessandro es Doctora en Economía por la Universidad de Buenos Aires. En 2015 fundó la ONG Economía feminista, que se dedica a la divulgación de temas económicos y feministas. En 2016 publicó el libro “Economía feminista. Cómo construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour)” que va por su quinta edición y ha vendido más de 25.000 copias en Argentina, España, Colombia y México.

Actualmente es Directora Nacional de Economía, Igualdad y Género, dirección bajo la órbita del Palacio de Hacienda que tiene como misión que las políticas económicas tengan perspectiva de género y contribuyan a cerrar brechas de desigualdad. La Dirección además coordina trabajos de investigación a nivel local pero también junto con UNICEF, ONU Mujeres, OIT, PNUD y CEPAL, aportando a transformar el debate regional.

Mercedes es una de las impulsoras de Mujeres Gobernando, un grupo de 256 mujeres con cargos jerárquicos en la administración pública argentina, que se mantienen coordinadas y en permanente contacto para potenciar las tareas que llevan adelante desde sus respectivas áreas. También impulsa el Foro acciones para la Justicia Menstrual, que nuclea a funcionarias del ejecutivo nacional, concejalas de todo el país, diputadas y senadoras, con iniciativas para que la menstruación no sea un factor de desigualdad.


Mercedes Dalessandro: “Hay banderas feministas que levantamos todos pero cuando te metés con intereses monetarios el debate se complejiza”

Inés: Compartimos el diagnóstico de que la pandemia afectó más a las mujeres y en especial a las que tienen niños, niñas y adolescentes a cargo. En el mayor momento de restricciones a la circulación durante el 2020, la tasa de participación de las mujeres jefas de hogar cayó 8 puntos porcentuales. 

¿Qué herramientas tiene el Estado para abordar este tema? ¿Cómo recuperar a todas esas mujeres que “se cayeron del sistema”?

M: Desde 2015 a esta parte, hubo un salto cualitativo de los feminismos como tema en agenda, como temática presente en la política de manera cada vez más central. Gran parte de esas referentas, activistas, dirigentas políticas, académicas y militantes ingresaron al Estado. Hay un montón de mujeres que vienen de esos espacios que hoy tienen roles importantes tras la visibilidad mediática y política. Todo ese proceso y los cambios institucionales ya nos paran de otra manera, porque no es lo mismo ser feminista en el Estado que ser feminista en el Estado en una cartera con presupuesto para llevar adelante políticas con perspectiva de género. Hoy, el Estado no solo tiene perspectiva de género, sino que también tiene las herramientas institucionales para trabajarla, como el Ministerio de Género y Diversidad, Gabinetes transversales de políticas de género con referentes de distintos ministerios y la herramienta más importante que logramos impulsar desde la dirección que fue el Presupuesto nacional con perspectiva de género. Esto parece algo muy abstracto, pero es una manera de identificar dónde el Estado está haciendo esfuerzos para cerrar brechas de desigualdad. Además nos permitió sentarnos con referentes de las oficinas presupuestarias de cada Ministerio para poder analizar datos, su medición, su adecuación a las coyunturas sociales y económicas actuales, entre otras cuestiones. Capacitamos a funcionarios y a sus asesores para que puedan entender todos estos cambios y que puedan usar esta herramienta. Adecuamos políticas públicas que ya existían para que tengan perspectiva de género. Por ejemplo el Procrear, donde establecimos un cupo para que en el sorteo le otorguen créditos a madres solteras, que uno de los grandes problemas que tienen es es el acceso a la vivienda. Tenemos que empezar a desagregar los datos por género, entender las brechas y pensar las políticas públicas en esa clave.

I: Siempre que se habla de reactivación económica, los principales puestos de trabajo que se crean en lo inmediato para dinamizar esa reactivación son en general rubros muy masculinizados, como la construcción, la metalúrgica, el transporte. ¿Qué estrategias tenemos para atender esta situación?

M: Poniéndonos un poco en contexto, la crisis producto de la pandemia afecta – por supuesto – de manera asimétrica a la población, impactando aún más en trabajadores informales, aún más si estos son mujeres y aún más si son mujeres jóvenes. Las chicas menores de 29 años son las que mayores niveles de desempleo tienen (cerca del 30%). Desde la Dirección pudimos hacer un seguimiento de los hogares monomarentales durante el último periodo y vimos que la participación económica de mujeres con niños y niñas a cargo cayó casi 15 puntos. De estos resultados se pueden analizar varios fenómenos tanto a nivel nacional como global; uno es el tema de la organización integral de los cuidados. Tras el cierre de las escuelas y los espacios de cuidado de los chicos y chicas por las medidas preventivas de contagio, estas responsabilidades recayeron en las mujeres mayoritariamente, además de que ciertas estrategias de cuidado que quizá antes de la pandemia podían realizarse, como el cuidado a cargo de abuelos o tíos, ya no se podía dada la condición de riesgo de estos adultos o las restricciones a la circulación. 

Son factores que hicieron que muchas mujeres se retiren del mercado laboral, disminuyan las horas de trabajo o estén colapsadas psicológica y emocionalmente, con estrés, enfermedades y por lo tanto con “baja productividad”. Además, los trabajos históricamente relegados a las mujeres se sobrecargaron en este período. La asistencia alimentaria, los merenderos, los comedores barriales, fueron organizaciones de contención totalmente necesarias en estos meses, sostenidas casi un 75% por mujeres. En el sistema de salud lo mismo, 8 de cada 10 trabajadores son mujeres. Hay trabajos cruciales en la pandemia que estuvieron totalmente sobrecargados y están causando colapso psicológico a muchas mujeres.

Lo novedoso de todo este encadenamiento de cuestiones es que el Estado está mirando esta situación, discutiendo qué medidas tomar y qué políticas llevar adelante. Y eso es un paso enorme.

Es interesante analizar también cuando se decía que con la pandemia la economía global “se había apagado”. Porque la economía de los cuidados jamás paró, de hecho, se intensificó. Lo que pasa es que no se suele analizar su incidencia en la actividad económica. Y para muchas mujeres organizar esos cuidados es un obstáculo a la hora de intentar regresar al mercado laboral. En muchos informes y propuestas políticas en Estados Unidos (como en discursos de Bernie Sanders) ya se está planteando la necesidad de resolver radicalmente la cuestión de los sistemas de cuidados como pieza fundamental para la reactivación económica. Y eso es también novedoso.

Generalmente se piensa la reactivación económica posterior a una crisis con foco en las actividades que generan más empleo (construcción, obra pública, industria), y en el caso de nuestro país se suma la necesidad de divisas, con lo cual también tenemos que fomentar exportaciones. La mayoría de estas actividades están masculinizadas. Entonces tenemos dos desafíos: por un lado, hay que fortalecer los cuidados y los trabajos feminizados. Revalorizar la labor de por ejemplo las mujeres que manejan merenderos, porque la mayoría de esos comedores comunitarios se sostienen con trabajadoras mal pagas. Mucho “heroína del barrio” pero poco obra social, aguinaldo y derechos laborales. 

Y el segundo desafío es fomentar la participación de las mujeres en esos sectores históricamente masculinizados. Respecto a esto último, se dieron algunos pasos pequeños como incentivos tributarios a los empleadores en cuanto a la contratación de mujeres y personas trans en algunos segmentos. Es una medida un tanto pasiva, no es un impulso a la creación de puestos de trabajo, pero es importante que exista.

También armamos una mesa de diálogo entre Ministras y Secretarias de carteras económicas de 22 provincias donde se discuten políticas económicas para poner el foco en la perspectiva de género como prioridad. 

Logramos por ejemplo que en el Ministerio de Obras públicas haya una visión de la infraestructura de cuidados, que hoy es una línea importante en el presupuesto de este ministerio, destinando casi el 9% a este tema. También se establecieron ciertos requisitos de contratación en el programa Argentina Hace, que priorizan el empleo de mujeres y su capacitación. En tecnología se está moviendo mucho también la Secretaría de Innovación Pública, que lanzó un Centro de Género y Tecnología que busca impactar para que la participación de mujeres en tecnología empiece a tomar más lugar.

Hay medidas que existen hace tiempo, como la Asignación Universal por Hijo (AUH), pero que logramos adaptarla, ampliarla, sumado a la tarjeta Alimentar, destacada por la ONU como una buena política para combatir la pobreza y la desigualdad. 

El diagnóstico de la situación está sobre la mesa y ya hay acciones. Pese a la situación de emergencia, se logró avanzar con una agenda que a veces suele considerarse como “primermundista” pero que es clave para pensar una salida a la crisis. Se está impulsando y obteniendo resultados. Yo por lo menos me siento contenta de los pasos que dimos aunque queda un montón por construir.

I: Para ampliar un poco más ¿Qué significa infraestructura de cuidados?

M: Son los jardines, los centros de desarrollo infantil, la infraestructura de los comedores comunitarios y los espacios de cuidado que hay en los barrios, entre otros. Y su factor macroeconómico. Porque cuando se dice infraestructura pensamos en la parte material, en el edificio. Todo esto impulsa varias rondas de generación de empleo: quienes construyen, quienes llevan adelante esos espacios de cuidado (las cuidadoras,  la limpieza, la mantención, la administración), y el último eslabón es también el tiempo que le libera a la mujer de la responsabilidad de llevar adelante esas tareas, por lo que puede encargarse de otras cosas como continuar con sus estudios, salir a trabajar, capacitarse o simplemente tener más tiempo libre. 

Incentivar este tipo de infraestructura tiene un efecto multiplicador muchísimo más beneficioso para las mujeres que el desarrollo de otras, y sus efectos mejoran la organización comunitaria en términos macroeconómicos y facilitan el acceso al mercado laboral.

I: Más allá de los cuidados comunitarios, hay otro tema importante que es el de la vida privada. Sabemos que la desigualdad al interior de los hogares, la sobrecarga de tareas domésticas y de tareas de cuidado de los hijos e hijas tienen un impacto directo en la inserción laboral de las mujeres. ¿Qué políticas públicas son viables para abordar este problema que tiene una raíz más social/cultural que económica? ¿Qué alternativas como aquellos programas de Sistema Integral y Federal de Cuidados (que existe en Uruguay) son plausibles en Argentina? 

M: En nuestro país, desde febrero de 2020 existe una Mesa interministerial de Cuidados en la que participan organismos del Estado como la AFIP, ANSES, el Ministerio de Educación, el de Salud, el de las Mujeres y Diversidades, PAMI, entre otros Y en esta mesa se está escribiendo un ante proyecto de una ley integral de Cuidados, que aprende de la experiencia del modelo uruguayo. 

Esta cuestión presenta diversas aristas de debates, dado que obviamente Uruguay y Argentina no son países comparables, y que los debates feministas cambiaron en los últimos años. Debates sobre el origen de los fondos de financiamiento, sobre cuánto cuesta esta política pública, quién la financiaría y otras cosas que tienen que ver con lo jurisdiccional.  Por ejemplo, si bien para nosotras las escuelas no son espacios de cuidado, en la pandemia se demostró que funcionan como espacios de cuidado. El cierre de las escuelas resultó ser lo primero que colapsó la organización familiar en la mayoría de los casos. Hay muchas cuestiones a debatir.

El año pasado elaboramos un documento que demuestra que si las actividades domésticas, las tareas de cuidado, de limpieza, de provisión de alimentos, entre otras, se midieran al precio de mercado de una trabajadora doméstica particular, equivaldría al 16% del PBI y sería el sector con más peso económico, por encima de la industria y el comercio. Poder elaborar este cálculo permitió dar el debate en la mesa macroeconómica, además de los debates socioculturales que se despliegan al tratar este tema. Indudablemente la distribución y construcción de estos roles al interior de los hogares están muy arraigadas y se traducen en prácticas y costumbres muy vigentes que aún hoy cuestan cambiar. Incluso en la metodología específica de la medición del trabajo, porque por ejemplo el Indec toma el empleo de un ama de casa como “inactiva”, aun cuando se sabe lo demandantes que son las tareas del hogar y lo poco distribuidas que están entre todos los integrantes de un hogar.

Evidentemente la organización de los cuidados también es una cuestión económica y política. Porque por más que se dé principalmente en el ámbito privado, existen expectativas y señales que indican cómo deben distribuirse estas tareas y qué roles deben ser asignados a cada uno, que consolidan mandatos sociales históricamente construidos que impactan en las cargas mentales, en los imaginarios psicológicos, en los esfuerzos físicos de manera muy desigual entre hombres y mujeres al interior de sus hogares. Digo, a un hombre que está el domingo jugando al fútbol con sus amigos nadie le va a preguntar con quién dejó a sus hijos.

Como si todo esto fuera poco, las licencias por maternidad y paternidad en Argentina tampoco colaboran en esta situación. La licencia por paternidad es de 2 (dos) días, mientras que la de la mujer es de 3 (tres) meses, que de todas formas está por debajo de lo recomendado según la OMS. Entonces esas decisiones que parecen a simple vista como decisiones privadas, están arregladas en profundidad por determinadas señales de mercado que inducen a tomar determinadas decisiones. Por ejemplo, yo no conozco a ningún varón que haya puesto en pausa su carrera profesional, sus sueños y/o proyectos para quedarse en su casa a cuidar a sus hijxs mientras la mujer seguía trabajando. Mientras que miles de mujeres han tenido que abandonar sus estudios, renunciar a sus trabajos, a sus sueños o proyectos personales, quedándose en su casa mientras el marido sigue trabajando o directamente teniendo que salir ellas mismas a conseguir otro trabajo dado que el padre está ausente y han quedado como jefas de hogar. Incluso existe una expectativa social de que si la mujer no sacrifica todo por sus hijos es egoísta o mala madre, desamorada.

Florencia: me parece interesante retomar esto de la licencia por paternidad, que se vincula con esto de “no se pueden tomar más días porque son quienes proveen”. ¿Cómo hackeamos esta idea, que si bien es cultural, se traduce en políticas públicas?

M: Hay un gran debate sobre extender las licencias por paternidad y es algo que se está trabajando. Lo que vemos es que hay una resistencia muy grande desde el sector privado. La mayor parte del entramado productivo en Argentina son PyMEs, entonces para las PyMEs otorgar una licencia de 3 meses, por más que no la paguen porque gran parte la financia el Estado, significa para ellos un costo en contratar a alguien que reemplace a ese persona, entrenarla, rotar personal. El costo no es tanto el salario de la persona sino también todo lo que significa en términos operativos. No es todo fácil ni todo el mundo está de acuerdo. 

Hay un tema con el feminismo que es que hay cosas que suenan muy bien y son banderas que levantamos todos y todas, pero cuando te metés con algo que toca intereses monetarios o significa redistribución de ingresos el debate ya se empieza a complejizar. Por eso a mi me importan tanto las cuestiones presupuestarias, porque sino hay cosas que parece que todos estamos de acuerdo pero cuando tenés que sentarte a negociar entre el Estado y los privados empiezan a aparecer otras cuestiones.

F: Si, en especial porque cuando quienes se sientan a negociar siempre son hombres…

M: eso ni hablar

I: ¿Vos creés que el hecho de que el mundo sindical esté empezando a muy de a poco a ser copado por el feminismo va a influir en el mundo del trabajo para las mujeres?

M: Le tengo mucha fe al movimiento feminista y a lo que venimos empujando. Creo que en un solo año de gestión con mujeres gobernando logramos cambios que son muy importantes y que quizás hoy no se ven porque estamos todos mirando las vacunas y las pandemias, pero que de acá a cinco años nos vamos a dar vuelta y vamos a ver esas transformaciones. En el mundo sindical hay un montón de compañeras súper valiosas que empezaron a abrir camino y cuando ellas logren establecerse y solidificarse estas cosas van a entrar. Van a entrar porque son parte del ADN del debate feminista y están sobre la mesa. Y no por los varones, sino por la llegada de más mujeres a esos espacios. Nosotras remando y remando. El otro día dije en otra entrevista que en una buena semana tengo 20 frustraciones. Es difícil, es todo el tiempo avanzar y retroceder 10 casilleros. Pero a medida que las mujeres vamos conquistando esos espacios, estando sentadas en esas mesas, construyendo saberes, convenciendo a compañeros, como el caso de Katopodis o Guzmán, que son compañeros que escuchan y ejecutan la perspectiva de género, vamos a avanzar.

I: El Estado es esencialmente patriarcal. No solo por la cantidad de hombres, que puede haber más o menos, sino por sus lógicas, sus formas de funcionar. ¿Qué perspectiva tenés a largo plazo respecto a la incorporación de la perspectiva de género en las políticas públicas? ¿Cuál es tu perspectiva sobre los cambios que podemos hacer en la estructura del Estado?

M: Soy optimista. Creo que es importante que las mujeres avancen en la toma de decisiones. El espacio de Mujeres Gobernando para nosotras fue fundamental, se convirtió en una herramienta de trabajo increíble. Porque permite estar conectadas y hablar entre nosotras con horizontalidad. Así como los hombres se juntan a jugar al fútbol y ahí son todos iguales, nosotras en ese chat también somos todas iguales. Tenemos distintos niveles de responsabilidad, por supuesto, pero eso no quita que podamos tener diálogos horizontales. Eso es algo que nosotras estamos transformando bastante: el diálogo, los intercambios, la forma de gestionar. Hay mujeres que están en cargos centrales e incorporan la perspectiva de género todo el tiempo, vamos encontrando las herramientas de gestión y trabajando sobre ellas y eso es lo que va va construyendo. Hay pasitos que están transformando la institución del Estado. Es un elefante gigante el Estado, es grandísima la burocracia, pero estamos dando pasos. Con el presupuesto con perspectiva de género transformamos un montón de cosas, formularios enteros cambiamos.

F: En tu libro decía algo que me parece muy poderoso hablás de cómo los profesionales de la educación, de la salud, que van formando y configurando las mentes y las formas de ser de los adolescentes, van replicando estas lógicas patriarcales que limitan nuestra posibilidad de soñar, proyectar. Y vos decís que hay que re-edcuar a los educadores. ¿Cómo ves los cambios que se fueron dando en los últimos años en este sentido y cómo lo ves a futuro?

M:  Está transformándose mucho, hay saltos culturales gigantescos. Veo a mi sobrina de 15 años leyendo textos feministas, cuando yo no accedí a textos feministas hasta de muy grande. Hice la carrera de economía sin leer autoras mujeres salvo excepciones. No tuve debates feministas con mis compañeras de cursada. Quizás las más jóvenes no lo sienten tanto porque lo están viviendo, pero si te vas 10 años atrás hay cambios gigantes. Hoy en la UBA hay una cátedra de economía y género. Es otra matriz de pensamiento tomando un rol institucional. Para que esos cambios permeen se tienen que institucionalizar. Tienen que tener un anclaje en las instituciones, porque es la única manera de que trasciendan la experiencia individual. Que las transformaciones no dependan de la persona que esté en el cargo para funcionar.


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Inés Lovisolo

Inés Lovisolo es politóloga especialista en Comunicación Política y Opinión Pública (Universidad de San Andrés/FLACSO). Trabaja en comunicación política, escribe sobre análisis político y es coordinadora del newsletter de Abro Hilo.

Florencia Wolf

Estudiante avanzada de Ciencia Política (UBA) interesada en politicas ambientales y de género

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