El presente y futuro de Argentina: entrevista a Pilar Bueno [Segunda parte]

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María del Pilar Bueno es Doctora en Relaciones Internacionales (UNR) | Investigadora de CONICET.

Ha sido negociadora de cambio climático en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático y Miembro del Comité de Adaptación de la CMNUCC de 2017 a 2021 y co-Presidenta del mismo en 2018 y 2019. Ex Secretaria de Cambio Climático de la Nación. Coordinadora del Observatoria de Política Exterior Argentina de la UNR, Co-Directora del CEPAS de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR; Coordinadora del Departamento de Ambiente y Desarrollo del Instituto de Relaciones Internacionales (UNLP). Profesora de grado y posgrado en la Universidad Nacional de Rosario y en otras Universidades del país.

Referente en sus campos de estudio, Pilar dialogó con Abro Hilo sobre cambio climático y política ambiental


[Segunda parte]

AJ: ¿Es suficiente o no es suficiente?

PB: No, evidentemente no es suficiente. Pero no la de Argentina, la del mundo no es suficiente. Y por supuesto, Argentina también ingresa dentro de ese proceso. Para que sea suficiente, primero hay que ver esa hoja de ruta 2050 y que sea efectivamente una hoja de carbono-neutralidad 2050 y cómo vamos a llegar. En términos energéticos, un montón de organizaciones han hecho escenarios de descarbonización plausibles con energías renovables, con hidrógeno, con biocombustibles, con distintas combinaciones posibles. Y todas técnicamente plausibles. Lo que pasa es que ahí está el lobby de los hidrocarburos y un fuerte lobby político de algunos sectores económicos y algunos sectores políticos que siguen anclados en un modelo que ya no existe más y que a Argentina la va a dejar completamente por fuera de los ciclos de financiamiento internacional, por fuera de los ciclos tecnológicos internacionales y de la transición que ya están entre nosotros, la queramos resistir o no. Y yo siempre creo que resistir un fenómeno masivo como este va totalmente en detrimento, no solamente de nuestra subsistencia, que es lo más importante, de nuestras generaciones y las generaciones futuras, sino que además va en detrimento de un modelo de desarrollo inclusivo y de una transición justa. 

AJ: ¿A vos te parece que los organismos internacionales tienen que financiar de alguna manera la adaptación de los menos desarrollados justamente por la diferencia en las responsabilidades? 

PB: Sí, y no solamente creo que esto es así, sino que esto es el texto de la Convención y yo no soy una de esas personas que piensa que el Acuerdo de París reescribe la Convención; negociamos que esto no sucediera. Creo que el Acuerdo de París es un acuerdo de implementación de la Convención y es acorde a nuestros tiempos, porque reproduce el principio de responsabilidades, no lo olvida, ni lo reescribe; sigue sosteniendo el liderazgo de los países desarrollados, como te decía al principio. Entonces, los países en desarrollo necesitamos el apoyo financiero y tecnológico de los países desarrollados, además de que es su compromiso bajo la Convención. Lo que yo no estoy de acuerdo es con supeditar las acciones. A la luz del Acuerdo de París, los flujos financieros deben ser acordes con trayectorias de descarbonización y con el incremento de la adaptación, y desde allí vamos a generar nuestro fair share. Con lo cual, no nos podemos esconder detrás del financiamiento para no adaptar a nuestra población, porque no adaptar a nuestra población va en detrimento nuestro, no en detrimento de nadie más. Eso es diferente respecto al bien común atmósfera en términos de la mitigación. Si yo soy ambiciosa en términos de mitigación, hay un impacto global positivo. Si yo no soy ambiciosa, hay un impacto global negativo. Sin embargo, si no soy ambiciosa en la adaptación, si no me adapto, impacta en la vida de las argentinas y los argentinos especialmente. Eso es muy importante marcarlo. Nosotros necesitamos financiamiento adicional, adecuado, predecible y sostenible, lo que el G77 + China ha venido repitiendo por 25 años y sigue siendo plenamente válido. Pero lo que planteo es que no puede haber una supeditación. No podemos esperar a que los flujos internacionales nos terminen de marcar las reglas para que la Argentina adecúe sus propios flujos financieros ni determine su transición. Porque esas reglas, de hecho, ya están a nivel internacional y Argentina no se está adecuando. Esta resistencia  nos lleva a quedar por fuera de los mercados financieros y por fuera de las nuevas cadenas de valor a nivel internacional. Con lo cual, la transición no solamente toca a aquellos que promovemos la acción climática como subsistencia y emergencia, sino también impacta en aquellos pragmáticos que piensan que esto es una cuestión exclusivamente de negocios. 

AJ: De cara a los próximos años, al 2030, pero también 2050 y en general en lo que es el desarrollo de Argentina y en relación a todo lo que estuvimos charlando, ¿cuáles te parecen y dónde creés que están los desafíos y las oportunidades que tiene Argentina en materia de cambio climático? 

PB: Yo creo que una de las grandes oportunidades y fortalezas que tiene la Argentina es su ciencia. La Argentina tiene un trabajo y un aporte en materia científica, interdisciplinaria e incluso transdisciplinaria en algunos de estos temas que es sumamente valorable y que lamentablemente no siempre se la pone en el lugar que debería. Entonces, yo lo que espero es que en el proceso doméstico y en el internacional se le dé mayor valor y rol a la ciencia dentro de la construcción de la política pública. Y al hablar de ciencia quiero ser muy enfática y hablar de todas las ciencias. Además, esa es una fuerza constituida en la Argentina, con financiamiento nacional, pero es una fuerza a veces desaprovechada para la construcción de política pública. Eso me parece que es un elemento clave. 

Por otro lado, todo lo que yo tengo para decir siempre se relaciona con cómo la política pública doméstica proyecta en la política internacional. O sea, yo te podría decir «sí, yo quiero que la Argentina siga teniendo liderazgo en las negociaciones internacionales en materia de adaptación».  Sí, claro, yo quiero eso y fui ese actor, yo fui la negociadora líder de 2016 a 2018. Entonces lo digo con mucho orgullo y con mucho convencimiento. Pero también sé y entiendo que eso no puede suceder sin basarse en un proceso fuerte y doméstico de política de adaptación. Para que la Argentina siga teniendo ese liderazgo internacional de adaptación y que lo pueda decir en sus documentos como lo dijo, tiene que haber claridad en los objetivos de política de adaptación a nivel doméstico. Entonces me parece que eso es sustantivo: poner la política de adaptación como prioridad política, económica y territorial. Ponerlo en boca de los argentinos y las argentinas. Que podamos identificar de qué se trata una política de adaptación. Porque hoy se confunde, no se entiende bien qué significa una política de adaptación. 

Además, creo que también la Argentina tiene una oportunidad, en este momento, de favorecer un proceso de reencontrarse con la región en materia de cambio climático. Y digo reencontrarse porque ya hemos tenido encuentros muy significativos en materia de adaptación, porque es nuestra gran agenda positiva regional en materia de cambio climático en la Convención. También de financiamiento a la luz del G77. Entonces esos son espacios muy importantes que hay que movilizar más, mejorar y profundizar, porque la región latinoamericana y caribeña es una región altamente vulnerable que cumple muchos de los puntos de vulnerabilidad del artículo 4.8 de la Convención y que, lamentablemente, estamos cada vez más fuera de los debates de vulnerabilidad, estamos cada vez alejados de los ciclos financieros internacionales y del acceso a financiamiento. Se utilizan conceptos como el de renta media, que en realidad no conforman el marco de la Convención, o sea, que no tienen consenso. Me parece que la Argentina tiene posibilidades de fortalecer su acción latinoamericana y caribeña desde la agenda climática, tanto en materia de adaptación como de financiamiento, especialmente este año con miras a la COP26

También creo que hay aspectos a mencionar vinculados con la pandemia. Hasta el momento no hemos visto una receta post pandémica, que sea una receta acorde con todo lo que estamos conversando, que es la transición postcarbónica y ecológica. Pero yo confío que haya una buena confluencia. Es decir, que los ciclos internacionales y el sistema internacional que se están moviendo hacia la transición, están poniendo a la Argentina y a todos los países en esta disyuntiva. Espero que Argentina escuche esas voces y, al mismo tiempo, se nutra de todas las voces domésticas, los múltiples actores planteando las herramientas para poder llevar a cabo esa transición, de un modo que implique una profunda transformación del modelo de desarrollo, que permita la transición justa y que no reproduzca los problemas y exclusiones del extractivismo. Si vamos a generar una transición que devuelva nuevos pobres o que reproduzca nuevos niveles de desigualdad, no estaremos aprendiendo nada. 

La transición puede ser una oportunidad, pero también puede ser una gran amenaza dependiendo de dónde se coloque la Argentina, cuándo lo haga y cómo se prepare en esa transición. Uno puede propiciar recetas propias y miradas multiactorales de la transición o puede simplemente adoptar tarde las que se nos impongan por la urgencia. Al mismo tiempo, ya es imposible sostener una lógica business as usual o seguir haciendo lo que venimos haciendo. Ni el mundo ni nosotros estamos en condiciones de sostenerlo. 

AJ: Te agradezco muchísimo por la conversación, Pilar. 


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Agustina Jacobo

Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad de San Andrés. Asesora en diálogo y políticas públicas colaborativas en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

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