Ley de Educación Ambiental: ¿qué es y por qué es tan importante?

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“Las autoridades proveerán (…) educación ambiental”

Art. 41 de la Constitución Nacional.

Hoy es el día de la Tierra y vamos a ver por todos lados la importancia de cuidarla, pero ¿cómo se supone que cuidemos lo que no conocemos?

La falta de educación sobre los impactos de la crisis climática y ecológica nos deja en una situación de desconocimiento sobre lo que pasa en nuestra sociedad, influida por el ambiente. Y esto puede seguir así hasta que las catástrofes socioambientales estén tan cerca que ya sea demasiado tarde para hacer algo.

Desde 1994, nuestra Constitución reconoce el derecho a la educación ambiental (EA)(Art. 41), lo que fue posteriormente reforzado en la Ley de Educación Nacional N° 26.206 (Art. 89) y en la Ley General del Ambiente N° 25.675 (Art. 8, 14 y 15). Sin embargo, la educación ambiental sigue siendo una deuda.

La crisis climática y ecológica es el desafío más grande que tenemos por delante. Esto puede parecer una exageración de un loco ambientalista o de un plan del “marxismo cultural” para desestabilizar las economías occidentales, tal como dijo el exministro de Relaciones exteriores de Bolsonaro. Sin embargo, no deja de ser un punto en que coincidiríamos con Kristalina Georgieva, Directora del FMI y Doctora en Economía, que se refiere a la crisis como “un riesgo sistémico a la macroeconomía” y que se necesitan más esfuerzos para “asegurarnos nuestro futuro”.

En el último reporte sobre los riesgos globales del Foro de Davos, -uno de los centros del mundo político y financiero, donde se realizan encuentros entre líderes políticos y empresariales europeos para discutir, entre otras cosas, los grandes desafíos de la humanidad- se consideran 6 grandes riesgos y 4 tienen que ver con los problemas ambientales.De hecho, el fracaso de la acción climática se encuentra segunda, antes que el riesgo de las armas nucleares y posterior a esta se encuentra la pérdida de biodiversidad, la crisis de recursos naturales y los daños de la humanidad al ambiente. Es decir, no estamos enseñando en nuestras instituciones educativas las herramientas para solucionar los problemas que más preocupan a los líderes del mundo.

Ya sabemos cómo la crisis socioambiental está cambiando los ecosistemas y los beneficios que nuestras sociedades reciben de estos. Por tanto, es inminente preguntarnos ¿cómo cambiar nuestras sociedades para mejorar nuestra calidad de vida? O, incluso, lxs privilegiadxs que tenemos nuestras necesidades básicas satisfechas ¿cómo hacemos para mantenerlas garantizadas en un mundo con cada vez menos “recursos”? ¿Cómo hacemos para que más gente pueda vivir mejor en un planeta que cada vez está peor?

Hay muchas preguntas por resolver y solo tengo dos ideas.

La primera es que si la educación del siglo XXI, en un mundo en crisis climática y ecológica, no tiene perspectiva ambiental, entonces es obsoleta. Si no educamos con perspectiva ambiental a quienes estudian hoy, vamos a tener un déficit educativo para entender lo que va a pasar cada vez con más frecuencia (inundaciones, sequías, incendios, derretimiento de glaciares, etc.). Todo se pensó para un mundo que ya no existe y que cada vez cambia más. Hoy a la frase «sin educación no hay futuro» deberíamos agregarle «sin un cambio en la educación no hay futuro», porque tenemos que crear uno nuevo y eso es muy difícil bajo el paradigma actual. Tenemos que pensar fuera de la caja, necesitamos las herramientas para construir un futuro mejor. Y esto no está separado de la cuestión social, porque preocuparse por el ambiente también es preocuparse por la gente. El mundo está cambiando, pero los contenidos académicos siguen igual. Los planes de educación tienen que actualizarse, tenemos que preparar a las personas para el mundo que viene, un mundo con grandes avances en la tecnología a la par de grandes catástrofes (socio)ambientales. No podemos pensar que los sistemas económicos, políticos y sociales pueden seguir funcionando de la misma manera que hasta hoy, no en un mundo al que solo le queda un 3% de los ecosistemas intactos, no para un mundo que se espera que en 2050 tenga en el océano más toneladas de plástico que de peces o para el cual se calcula que 140 millones de personas van a migrar por consecuencias del cambio climático.

La segunda es que, para cambiar al mundo, primero tenemos que cambiar nuestra manera de pensarlo. Es decir, para mejorar las condiciones materiales, estructurales y objetivas, primero tenemos que trabajar en las ideológicas, superestructurales y subjetivas. Aunque, claro, ya sabemos que no es estudiar por el mero goce del conocimiento, del episteme, sino de estudiar para cambiar la realidad. Como dijo un gran pensador, “no se trata de interpretar de diversos modos el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”. El ambientalismo tiene la tarea de repensar conceptos, ideas, paradigmas, el mismísimo sentido común de nuestros tiempos. Tenemos que poder pensar. Animarnos a enfrentar al ideal del desarrollo como sinónimo de un crecimiento económico infinito, en un mundo finito de recursos; a desafiar el ideal de racionalidad instrumental imperante, donde solo tenemos que pensar en los “¿cómo?” y nunca centrarnos en los “¿para qué?” hacemos lo que hacemos; a disputar el sentido mismo de la “felicidad”, la cual nos venden como un bien de consumo, al que tenemos que acceder en el mercado para satisfacer falsas necesidades; a visibilizar las relaciones de dominación que siguen existiendo entre los países del norte (principales emisores de gases GEI) y los del sur global (principales afectados por las consecuencias de la crisis); tenemos, mejor dicho, necesitamos cuestionarlo todo, incluso a nosotrxs mismxs, para poder construir algo mejor.

Por eso necesitamos una ley que impulse de manera transversal e integral la educación ambiental en cada rincón de Argentina, que cada niño y cada niña, que cada universitario y universitaria tenga las herramientas prácticas para el mundo que les queda. Necesitamos de esta ley que nos permita generar una masa crítica capaz de transformar las estructuras mentales de nuestra sociedad.

¿Es suficiente esta ley? No, desde ya. Estamos ante la crisis más peligrosa de nuestras sociedades modernas, no hay soluciones mágicas y las cosas no van a cambiar de un día para el otro. Es un paso más, un paso más que nos acerca al horizonte utópico del que nos hablaba Galeano. Un paso más hacia una sociedad más justa, sana y sostenible. Sí, es solamente un paso más, de los miles que tenemos que dar en la epopeya climática que tenemos por delante, pero no por eso vamos a dejar de darlo, ¿no?


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Federico Pellegrino

Federico Pellegrino es activista socioambiental desde el surgimiento de Greta Thunberg. Se desempeña como líder del Departamento de Investigación y Política Socioambiental en Eco House Global y es Miembro de Alianza x el Clima. Es estudiante avanzado de Ciencia Política (UBA).

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