¿Serás lo que la geografía quiera o no serás nada? Apuntes para el futuro del Norte Grande argentino

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La pospandemia plantea un sinfín de preguntas, especialmente para las poblaciones con menor grado de desarrollo relativo de nuestro país. En este campo, el NEA y el NOA tienen un conjunto de condiciones demográficas, económicas, políticas y geográficas que las ubican, paradójicamente, como un centro de problemáticas endémicas a la vez que como un nodo potencial de soluciones a futuro. ¿En qué estado se encuentra este territorio? ¿Qué necesidades mantiene vigentes? ¿Cómo puede contribuir a dinamizar las vidas de sus habitantes y las del país en su conjunto en los años por venir? De las respuestas a estas preguntas surgirá la nueva normalidad.

En principio, la situación de partida es disímil según el territorio. Con respecto a esto, el Norte Grande (NG) comparte entre sus poblaciones un clima subtropical, inequidades (pobreza, déficit de infraestructura, alta mortalidad infantil y enfermedades como el Dengue), el crimen organizado (narcotráfico, contrabando), variados y abundantes recursos naturales, así como también una situación geográfica periférica en relación a la zona núcleo pampeana. Sin embargo, también existen complementariedades útiles para pensar estratégicamente, evidenciadas en su diversidad productiva (bioeconomía, turismo, minería e industria química y metalmecánica), y en sus vías de comunicación (vial, fluvial, ferroviaria y aérea, con conexiones a cinco países). A su vez, aunque la población de esta región (9,4 millones de habitantes aproximadamente) representa el 20,8% del total del país, el NG incluye internamente desiertos demográficos a raíz de condiciones ambientales que hacen del asentamiento urbano casi una quimera. No obstante, tomando en cuenta las demandas por un ordenamiento territorial sostenible, una alternativa plausible puede ser la creación de oasis artificiales como en la provincia de Mendoza.

De aquellos tiempos, estas historias

Esta realidad del NG como región periférica dentro de la Argentina no siempre fue una constante histórica: en tiempos del Imperio Español en América del Sur bajo la corona de los Habsburgo, el NOA formaba parte del centro económico del Virreinato del Perú que giraba en torno a la extracción de plata en Potosí. Por ese entonces, la región exportaba manufacturas textiles hacia lo que hoy en día es Bolivia y Perú. Paradójicamente, si había una región realmente periférica en ese entonces era la pampeana que, según Félix Luna, subsistía de la extracción de cuero y del contrabando portuario. Sin embargo, los adelantos técnicos presentados por la revolución industrial a fines del siglo dieciocho y principios del diecinueve lograron vincular, por primera vez en la humanidad, todos los mercados de bienes y servicios aislados del mundo bajo la lógica del mercado internacional. En los albores de las invasiones inglesas, el sector textil artesanal norteño no pudo competir, quedando rezagado ante las mercancías textiles en serie y más baratas que inundaron los puertos de Buenos Aires y Montevideo. Adicionalmente, las décadas de guerras de independencia y civiles que se sucedieron en el territorio destruyeron los factores productivos de este sector exportador.

Desde mediados del siglo XX hasta nuestros días, ha surgido la necesidad de ampliar mercados, consolidar estructuras de coordinación inter-institucional y ampliar las conexiones existentes entre los países y regiones del Cono Sur. De forma incremental, alternando gobiernos civiles y militares, Argentina empezó a enfocarse en el NG como un área prioritaria económico-comercial, como lo atestiguan los hitos de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) en 1960, la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) en 1980 y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) en 1991. Al compás de estos acontecimientos, las poblaciones del NG pasaron de comunicarse con balsas y ferrys a hacerlo mediante puentes y carreteras. En su conjunto, consolidaron las ideas del libre tránsito de personas, bienes y servicios variados y de mejor calidad.

La gestación del Norte Grande y los incentivos presentes

Con el cambio de siglo, se hizo presente una nueva herramienta federal para paliar las inequidades y fomentar el desarrollo regional en el ámbito de los Estados provinciales. A partir de la reforma de la Constitución de 1994, las Provincias tienen competencia, según el artículo 124, para conformar entre sí regiones de desarrollo económico y social, disponiendo también de los recursos naturales para su explotación. Estas áreas como el NG –creada formalmente en 1998- tienen sus propios órganos y autoridades para concretar sus objetivos sin llegar a ser un nuevo nivel de Estado constitucional, sino una instancia de relación interjurisdiccional. En la actualidad, esta interacción está dentro de la agenda política de la pospandemia a raíz de la voluntad del gobierno nacional de apuntalar a los territorios del interior. Hasta el momento, el llamado Consejo Regional Argentino Norte Grande se posiciona como un canal de iniciativas políticas en materia de tarifas energéticas, impuestos a la exportación y subsidios al transporte. A futuro, tiene la capacidad de constituirse en un foro de diálogo político con impactos concretos desde el ordenamiento territorial hasta la inserción de productos y el tránsito de personas hacia el gobierno federal y el resto del Cono Sur.

Para completar el cuadro de situación, hay que destacar la situación institucional y los emergentes económicos que surgen actualmente. La crisis actual no ha hecho más que catalizar la emergencia de nuevos modelos de gobernanza política y paradigmas de consumo y producción. A raíz de este impulso, en consecuencia, se abren posibilidades inéditas para la imaginación y la co-creación de proyectos, como lo evidencian la demanda de proyectos desde agencias internacionales (CEPAL, COSIPLAN, FONPLATA, BID). Se avizora, por lo tanto, una orientación hacia el desarrollo local, la descarbonización y la revalorización del capital natural a través del conocimiento. Ante la situación planteada, el NG tiene las capacidades para consolidarse como un hub de atracción de talento y sinergias. Este potencial no solo brinda la posibilidad de solventar las problemáticas mencionadas anteriormente, sino también de abrir nuevos puentes hacia enfoques más integrales del desarrollo humano y posicionamiento de la región.

Una primera aproximación a este horizonte lo constituye la bioeconomía. A raíz del trabajo realizado en el marco del proyecto “Bioeconomía Argentina: Construyendo un futuro inteligente y sustentable para el Norte Argentino 2030”, se han identificado como senderos productivos viables a los alimentos y bebidas, la biomasa, las biorrefinerías, la bioenergía, los bioproductos y los bioinsumos. Para alcanzar estas metas, la región se encuentra condicionada por su inferior desarrollo relativo, su déficit en infraestructura, los límites a la expansión y gestión sostenible de su frontera agrícola, la concentración productiva y las barreras comerciales externas a los biocombustibles. Como contrapartida, existe gran cantidad y variedad de biomasa disponible, a la vez que encontramos experiencias de aprovechamiento energético de los residuos agro-forestales y de las especies autóctonas que coinciden con demandas internacionales. En consecuencia, cabe establecer marcos institucionales, empresariales y científico-tecnológicos que capitalicen este potencial y lo articulen nacionalmente.

Otro espacio con potencial de expansión son las industrias ligadas a la cultura y la digitalización. El vector de la demanda es tanto nacional como global, ya que ambas están entre los sectores más dinámicos en cuanto a crecimiento y generación de valor agregado. Desde el vector de la oferta, según los datos disponibles de la Cuenta Satélite de Cultura (CSC) y el INDEC, la cultura y los servicios informáticos aportan más de 1900 millones de US$ en exportaciones a la economía nacional. En la región, según el Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial, hay más de 1000 empresas dedicadas a los servicios culturales y alrededor de 300 dedicadas a la informática. Asimismo, a lo largo de los años la región ha logrado atraer a empresas informáticas de renombre como Globant y organizar eventos internacionales que movilizan a todo el aparato productivo como la Bienal de las Esculturas de Resistencia. En este campo, al igual que en el de la bioeconomía, se precisa de un enfoque ecosistémico que canalice los recursos públicos y las inversiones privadas hacia actividades que aporten valor agregado, arraigo territorial, transformación productiva y competitividad internacional.

Perspectivas y caminos posibles

Llegado este punto, el Norte Grande cuenta con las condiciones naturales, institucionales y humanas para avanzar en iniciativas superadoras. A pesar de sus numerosos condicionantes se divisa una tendencia, desde la segunda parte del siglo pasado, hacia un NG mucho más integrado con sus regiones vecinas a través de conexiones viales, ferroviarias y fluviales, y una economía complementaria con el resto del Mercosur (comercio, turismo), lo cual era impensado 60 años atrás.

Siguiendo en esta misma senda, es imperativo un impulso cualitativo mayor. Esto es, la concreción de mecanismos políticos perdurables en todos los niveles. En este recorrido, será necesario sortear las diferencias interprovinciales si se quiere transformar los incentivos coyunturales en una realidad estructural. A su vez, será preciso valorizar proyectos actuales como el Consejo Regional del Norte Grande, los mercados de Industrias Creativas Argentinas (MICA) y de Innovación Argentina (MIA). Las bases están sentadas y es tarea de toda la sociedad crecer sobre ellas.



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Alfonso Arce

Alfonso Arce es Licenciado en Ciencias Políticas (Universidad Católica Argentina) y candidato al Máster en Gobierno y Economía Política (Escuela de Gobierno del Chaco - Universidad Nacional de San Martín).

Gabriel Alejandro Orozco

Alejandro es un analista político e internacional enfocado en explorar las dinámicas de la innovación, la sustentabilidad y la cultura en diferentes niveles. Cuenta con una Licenciatura en Ciencia Política y de Gobierno (UCES) y una Maestría en Política y Economía Internacionales (Universidad de San Andrés). A partir de su formación, su pasión por resolver problemas complejos lo llevó a sumergirse en el mundo de los datos y la gestión de proyectos, así como también a colaborar en el Área Institucional de la Red Argentina para la Cooperación Internacional (RACI). Actualmente, es Coordinador del Hub Argentina de Finanzas Sostenibles e Investigador en el Observatorio de Innovación de la Fundación Politeia.

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