Ventana demográfica y mercados laborales: ¿una oportunidad para Argentina?

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En los últimos años, la demografía ha comenzado a tener un peso cada vez mayor en los debates económicos y políticos que se escuchan a diario. El término “envejecimiento demográfico” ha comenzado a resonar cada vez más en los medios de comunicación, manifestando importantes preocupaciones sobre el presupuesto público y la sustentabilidad de los sistemas jubilatorios vigentes.

Y es cierto, el mundo se está encaminando hacia un proceso de envejecimiento poblacional. Gracias a los avances en la medicina, la planificación familiar y la creciente incorporación de las mujeres a la fuerza laboral, las tasas de mortalidad y fertilidad se encuentran en descenso. Esto genera que predominen cada vez más las personas laboralmente inactivas por sobre las activas, generando menor recaudación para sostener las jubilaciones y creando un grave problema de sostenibilidad del sistema previsional.

Sin embargo, no todo es negativo. Hay una etapa de la transición demográfica que se denomina ventana de oportunidad donde, previo al envejecimiento, la población de 0 a 14 años decrece por debajo del 30%, los mayores de 65 se mantienen debajo del 15% y la Población Económicamente Activa es prominente. Este período supone una enorme chance de crecimiento económico. Básicamente porque, si se dan las condiciones adecuadas, cuanto mayor sea la cantidad de personas que producen en relación a las que solo consumen, mayor será el ahorro, que genera un aumento en la inversión y en la acumulación de capital físico y humano. Esto haría que la productividad aumente y lleve a un crecimiento económico sostenido.

Una vez más, las circunstancias le juegan a favor a Argentina: nos encontramos en plena ventana de oportunidad. Desde 1985 la población de 0 a 14 años ha comenzado una progresiva disminución y se proyecta que llegará a tan sólo el 19% en 2050. La población adulta mayor, por su parte, continúa con una tendencia creciente, habiéndose trasladado del 4% en 1950 al 11% en 2020. La proporción de la PEA sobre la población total se encuentra creciendo desde 1990 hasta la actualidad y se prevé que continúe dicha tendencia hasta 2040 aproximadamente.[1]

Gráfico 1. Evolución y proyección de las proporciones de población por grandes grupos de edad, años 1950 a 2100.

Fuente: Elaboración propia en base a datos y proyecciones de Naciones Unidas, Departamento de Asuntos Sociales y Económicos. Disponible en: https://population.un.org/wpp/Download/Probabilistic/Population/

Las condiciones están dadas y depende de nosotros aprovecharlas. Absorber el aumento de la población económicamente activa en los mercados laborales es el puntapié inicial para la generación de ahorro, inversión y mayor productividad.

¿Pero está el mercado laboral argentino preparado para absorber la creciente PEA? Lo cierto es que, a priori, este presenta tensiones importantes. Según las estadísticas del MTEySS, la subutilización del factor trabajo en Argentina, representada por la suma de los desocupados y subocupados, ha comenzado a partir del año 2015 una trayectoria preocupantemente ascendente, llegando a 2020 con aproximadamente un 25% de la fuerza laboral ociosa.

La situación no mejora cuando se analiza la calidad del empleo de la población ocupada. Al descomponer la población ocupada total (ocupada y subocupada) por empleo registrado y no registrado, se observa que la tasa de informalidad del mercado laboral argentino no ha bajado del 30% de los ocupados en los últimos años. Desde el punto de vista de la ventana demográfica, una situación de informalidad creciente podría significar un serio problema. Si el aumento de la PEA se ocupara mayormente en este sector, por un lado, el potencial exceso de ahorro se vería perjudicado por los bajos salarios relativos, impidiendo también un aumento en la inversión productiva. En segundo lugar, dado que estos sectores no perciben aportes, la base tributaria no aumentaría lo suficiente para generar un alivio sobre las cuentas del Estado que permita canalizar recursos a sectores estratégicos. En tercer lugar, la productividad laboral tendería a la baja, generando que el crecimiento económico encuentre su límite en el corto plazo.

Sumado a la delicada situación estructural, agravada por la pandemia del COVID-19, se observa una importante brecha entre la oferta y la demanda de empleo. Existe un desencuentro entre los niveles de calificación requeridos por los empleadores y los que los potenciales trabajadores tienen para ofrecer.

En relación con la demanda laboral, las ocupaciones con mayor creación de empleo entre 2005 y 2019 fueron las de alto nivel de calificación y productividad. En base a las estadísticas del MTEySS, al comparar el crecimiento del empleo en las diferentes categorías de calificación entre 2005 y 2019, se observa que la que más creció fue la profesional (48%), seguido por la técnica (43%), luego la operativa (25%) y, por último, sin calificación (6%).

Gráfico 2. Crecimiento del empleo según calificación, entre años 2005 y 2019, en porcentaje.

Nota: La variación entre los años 2005 y 2019 se ha realizado en base a los segundos trimestres de cada año. Incluye empleo privado y público.

Fuente: Elaboración propia en base a datos del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. Disponible en: http://www.trabajo.gob.ar/estadisticas/Bel/mercado.asp

Sumado a esto, la mayor parte de los puestos vacantes del sector privado son de alta calificación. El análisis de la composición de los puestos no cubiertos por las empresas del sector privado registrado de la Encuesta de Indicadores Laborales indica que, desde el año 2013, los puestos técnicos y profesionales han estado por encima de los operarios y sin calificación, como muestra el Gráfico 3. Asimismo, en el período estudiado, las tasas de no cobertura de puestos vacantes han sido considerablemente mayores entre ocupaciones profesionales y técnicas en comparación al resto, llegando a 2019 con el 26% de los puestos vacantes de calificación profesional sin ocupar, contra el 10% de los técnicos, 4% de los operativos y 2% de los de nula calificación. Puede afirmarse, entonces, que el sector privado enfrenta importantes problemas para cubrir sus necesidades de recursos humanos de alta productividad y calificación.

Gráfico 3. Composición de puestos no cubiertos por el sector privado registrado según calificación, años 2007 a 2019, en porcentaje.

Nota: Los valores corresponden al promedio simple anual. Datos disponibles únicamente a partir de 2007.

Fuente: Elaboración propia en base a datos del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. Disponible en: http://www.trabajo.gob.ar/estadisticas/eil/

Desde el lado de la oferta, la población económicamente activa, dadas sus características actuales, tampoco está encontrando un mercado donde colocar su fuerza de trabajo. Al descomponer el exceso de oferta laboral (desocupados y subocupados) por su nivel educativo -utilizado como proxy del nivel de calificación- para el período de 2005 a 2019, se observa una alta y persistente proporción de mano de obra de baja calificación. La proporción de oferta laboral con estudios universitarios incompletos o menos alcanza valores entre el 85% y 90%. Por el lado contrario, la población con estudios universitarios o terciarios completos, que representaría el sector de mayores niveles de calificación, se mantiene en valores bajos y persistentes del 12% en promedio.

Gráfico 4. Exceso de oferta laboral según calificación (nivel educativo), años 2005 a 2019, en porcentaje.

Nota: Estadísticas realizadas en base al segundo trimestre de cada año.

Fuente: Elaboración propia en base a datos del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. Disponible en: http://www.trabajo.gob.ar/estadisticas/Bel/mercado.asp

Como si todo esto fuera poco, la pandemia del COVID-19 y las medidas de confinamiento tomadas generaron un paro casi total de la actividad económica, con su consecuente aumento de la desocupación. Asimismo, el cierre de escuelas ha puesto importantes palos en la rueda de la formación de las futuras generaciones. En este contexto, resulta poco viable imaginar un escenario de mayor absorción de fuerza laboral a futuro.

Dadas estas condiciones, surgen algunas conclusiones relevantes. En primer lugar, se observa que el mercado laboral argentino cuenta con rigideces estructurales, como los niveles de desempleo, subempleo e informalidad laboral altos y persistentes a través de los años. En un escenario de población económicamente activa creciente, ello presenta un alto riesgo de que dicha población o bien quede desempleada o bien se integre al sector informal, con importantes consecuencias negativas. Sumada a la situación de bajo crecimiento de empleo, la oferta y demanda del mercado no parecen orientarse al mismo sector, creando importantes brechas. Por un lado, dejan fuera del mercado a una amplia población de baja calificación, y, por el otro, perjudican la productividad de las empresas. Por esto, es necesario repensar las prioridades y el lugar que se le está dando a la educación en la actualidad. Los jóvenes de hoy deben mejorar su nivel de calificación para alcanzar la requerida por el mercado.

Aunando esfuerzos del Estado y los privados, deben aggiornarse los planes de estudio a las nuevas demandas y mejorar e incrementar los planes de capacitación dentro de los establecimientos laborales. Si bien el contexto es complicado, aún estamos a tiempo de aprovechar esta oportunidad demográfica. Pero no hay que relajarse: el tiempo pasa, la ventana no es infinita, el mercado laboral se contrae cada día más y, detrás de todo esto hay personas que pasan un día más desempleadas y un país que pasa un día más sin desarrollarse.


[1] En la literatura se suele utilizar los términos bono demográfico y ventana de oportunidad como sinónimos. Sin embargo, Grushka (2015) diferencia ambos términos y concluye que el bono demográfico en Argentina comenzó en 1990 y la ventana demográfica en 2005 (para mayor detalle consultar el link). Por esta razón y por disponibilidad de datos, en este artículo se toma como período de análisis desde 2005 a la actualidad.


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Ángeles Barral Verna

Ángeles Barral Verna es Licenciada en Economía por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y actualmente se encuentra realizando la Maestría en Economía en la Universidad de San Andrés. En los últimos dos años se ha desempeñado como consultora en el Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), donde publicó investigaciones sobre género y comercio, adopción de tecnologías 4.0 en los países de América Latina y el Caribe y tendencias de opinión pública de la región. Antes de ingresar al BID, trabajó en empresas multinacionales del sector industrial, financiero y farmacéutico, en roles de investigación de mercado y comercialización

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