Fertilizantes y agroquímicos: margen de acción

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En las últimas horas, diversas notas[1] periodísticas han reflejado la preocupación del gobierno nacional por los aumentos de precios en insumos agrícolas, en especial fertilizantes y herbicidas.

En el intento por alcanzar una explicación a estos aumentos de precios (los fertilizantes, por ejemplo, han alcanzado valores que no se veían desde 2014), se esbozan diversas hipótesis: el aumento de demanda de Estados Unidos, la restricción de la oferta, el aumento de precios internacionales de commodities que permiten absorber la suba de precios de los insumos, maldad de importadores, entre otros.

Este contexto se torna ideal para analizar el mercado de fertilizantes y agroquímicos y entender qué rol juegan en el desarrollo productivo del país, como así también analizar qué alternativas que no impliquen controles de costos o precios o amenazas a importadores (spoiler alert: no servirían) se pueden abordar. En particular, vamos a analizar el margen de acción y potencial solución que existe desde el punto de vista del arancel a la importación. Allá vamos.

Existen tres grandes tipos de fertilizantes: fosfatados, potásicos y nitrogenados. En los primeros dos Argentina tiene nula o escasa producción, y no porque no queramos producirlos o porque haga falta un mágico plan de sustitución de importaciones: simplemente no contamos con la disponibilidad de materia prima suficiente para producirlos y ello implica importarlos. En el caso de los nitrogenados, el fertilizante estrella es la urea, y Argentina tiene un enorme potencial.

La planta de Profertil, ubicada en Bahía Blanca, produce urea y tiene escala internacional y fácil acceso al principal insumo, el gas (metano). En un futuro utópico donde Vaca Muerta se desarrolla, la enorme disponibilidad de gas (y un gasoducto con capacidad para transportarlo desde Neuquén a Bahía Blanca) alentará la finalización de inversiones que aumenten la capacidad productiva de Profertil, que no sólo podrá abastecer a la totalidad del mercado local sino también a la región (ningún país del Mercosur, por ejemplo, produce urea). Pero eso es el futuro, y acá estamos abordando una problemática actual.

Si dos de los tres fertilizantes son netamente importados, entonces pareciera haber una buena noticia: hay que abaratar los costos de importación. Pero la mala noticia es que no hay mucho para hacer (y bueno, la magia no existe).

En términos generales, la importación de fertilizantes no tiene licencias no automáticas, y el arancel que se aplica a la importación es bajo. En el caso de fosfatados y potásicos, el arancel para la importación ya es del 0%. Por otra parte, para la urea el arancel es del 6%. ¿Se podría bajar el arancel en la urea? Sí, y, de hecho, pese a que el Arancel Externo Común (AEC) del MERCOSUR es del 6%, los tres socios ya penetran el AEC y lo importan al 0% dada su relevancia fundamental en la producción agrícola. Sin embargo, aquí se presenta un trade-off: dado que Argentina podría tener un rol protagónico en el abastecimiento de urea en el mercado regional, ¿es estratégico bajar el arancel de la urea al 0% como hacen los socios comerciales o sería importante luchar por el cumplimiento del AEC con el fin de garantizar reserva de mercado y así alentar inversiones en la producción de urea? Preguntas que merecen una discusión aparte.

Por el lado de los fitosanitarios, la historia es completamente diferente. La cadena productiva de estos productos está dividida (perdón la excesiva simplificación) en tres grandes partes: el ácido, que se utiliza para producir el activo, que se utiliza para producir el formulado (que es el herbicida propiamente dicho). Los activos más conocidos y utilizados son el glifosato, la atrazina y el 2,4D.

Argentina tiene producción relevante en el activo (Atanor, Monsanto, entre otras empresas) y el formulado (grandes y pequeñas empresas). A diferencia de los fertilizantes, en este mundo sí hay mucho por recorrer en términos de soluciones arancelarias.

Ya vimos que el arancel a la importación para los fertilizantes es bajo (y en línea con los estándares internacionales). Sin embargo, la estructura arancelaria de la cadena productiva de herbicidas es muy alta, especialmente en el producto final:

Por si fuera poco, los herbicidas tienen también licencias no automáticas a la importación.

¿Cómo es posible que insumos tan fundamentales para la producción agrícola, como lo son los herbicidas, tengan un impuesto a la importación del 35% (no es más alto porque no se puede)?

No tenemos que olvidar que desde 2013 hasta 2019 el activo de la atrazina (producido localmente por Atanor) tenía un 35% de arancel. A mediados de 2019 se redujo a 24%, lo que constituyó un primer paso en la normalización de estos aranceles elevados. Este es el camino por seguir con los demás productos.

En conclusión, así como por el lado de los fertilizantes el margen de acción es acotado desde el punto de vista de los aranceles, en el caso de los herbicidas es muy amplio y potente.

No hay planillas de Excel ni controles de costos mágicos que puedan solucionar tan rápido un problema de aumento de costos internacionales como la reducción del arancel a la importación y la eliminación de licencias no automáticas para insumos estratégicos.

Luego podemos charlar sobre otras alternativas para reducir los costos internos de transporte y comercialización de estos productos, pero bajo ningún punto de vista esas alternativas pueden ser sustitutas a una política de normalización de aranceles a la importación. Deben ser complementarias o no ser nada.


[1] Ver, por ejemplo, acá y acá.


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Enzo Dominguez Prost

Enzo Domínguez Prost es Licenciado y Magister en Economía (UdeSA). Se desempeña como asesor en el Ministerio de Desarrollo Productivo en temas vinculados negociaciones internacionales y MERCOSUR.

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